martes, 31 de mayo de 2011

Treinta de Mayo

Muchas veces, la mayoría de las veces, casi que diría que siempre, confundo lo que yo quisiera que fuera para mi con lo que le conviene a alguien a quien quiero. Es porque creo tener la realidad. Y es evidente, mi realidad, es mía, sí que la tengo yo, y nadie más. Por lo tanto sí que confundo lo que yo quisiera que fuera para mi con lo que le conviene a alguien a quién quiero.
Es muy egoísta, lo se. Barro para mi. Siempre. Normal, ¿no? Al fin y al cabo el ser humano es egoísta por naturaleza. La ley de la supervivencia encabeza este hecho. También viene motivado por el carácter de cada uno, la seguridad en sí mismo y la capacidad de análisis junto con la capacidad de expresar lo que uno quiere para sí mismo; para otro y, que le convenga a uno mismo... porque al final le conviene a uno mismo...
Me odio en ese aspecto. Me dota de una falsa dominancia, prepotencia, sabiduría que me obliga a esforzarme para que desaparezca en el momento que asoma la culpa, en el instante que me doy cuenta de que hablo de más, de que me entrometo en demasía y acaba embriagándome la incomprensión en todo lo que me rodea, a la vez que me siento incomprendida por todos, incluso por mi misma...
El hecho de querer bien a alguien es inexplicable. Acaba siendo in-creible, falso e imposible, pues el simple método que se lleva a cabo para ello, desde la más pura coherencia, acaba por adquirir un significado irreal con un detonador aplicado al principio de la intención.
Pero todo el mundo necesita consejo para ver más allá. Son consejos que destapan la incoherencia de lo que nos conviene. Y todo el mundo da consejos. Y todo el mundo ve a través de ese antifaz nocturno mejor que el que lo lleva puesto. Y todo el mundo acaba dando consejos sin aplicarlos a ellos mismos. Altruismo puro, sí, también creo que exista. Pero si acaba produciendo bienestar a uno mismo mejor que mejor. Y al final siempre tiene ese fin, por lo tanto el significante es una simple etiqueta de su propio significado. Aunque sirva el aplicarlo a otros, aunque le convenga a alguien a quien se quiere...
Tal vez mi verdadero fallo esté en la sinceridad. Me lo han dicho más de una vez, soy demasiado sincera. Pero entiendo que la mentira no ayuda a nadie, ni a uno mismo, por supuesto.... y escuchando la crítica como un consejo lo entiendo así: es cuestión de no contarlo todo, de no decirlo todo, de no expresarme en todo, de saber omitir lo justo, porque lo injusto es comprometer. Pero ocurre que cuando me esmero en querer bien a alguien no me asoma la pereza de vaciar el tintero, nunca me sobra tinta, lo escribo, lo digo todo, lo que creo que le conviene a alguien a quién quiero. A pesar de confundirlo con lo que me conviene a mi. A pesar de darme cuenta en ese instante que mi realidad no es su realidad. A pesar de pensar en que no debo ser tan sincera. A pesar de querer no estar segura de todo, ni haber sido tan analítica, ni tan expresiva... A pesar de acabar por no comprender si quiera lo que digo, ni para qué lo digo. A pesar de anhelar justo en ese momento escuchar decir a alguien que me equivoco, que solo veo un poco, casi igual de turbio a través del antifaz nocturno que creo atravesar; y que me haga pensar en si realmente esa persona a quién quiero necesita y le conviene escuchar todo lo que digo, pienso, recapacito, transmito, entiendo, valoro, reparo, predico... aconsejo... A pesar de sentirme verdaderamente altruista en toda mi intención...
Pero, aún entendiéndolo todo, aún aconsejándome a mi misma después de mirar más allá de mi propio antifaz nocturno no logro cambiarlo. Y sólo llego a la conclusión de que ésta es la única explicación y significado real del amor que siento en mi alma, y que ésta es mi única forma de manifestarlo ante alguien a quien quiero de verdad. Y, en mi realidad, de eso sí que estoy convencida.

4 comentarios:

  1. Ser sincera en la vida nunca puede ser un error,pero si debemos ser consecuentes con lo q se deriva de ello,no lanzarla gratuitamente...
    Besos Pilo

    ResponderEliminar
  2. Ser sincera/o es una virtud, pero callarse a tiempo también lo es. No todo el mundo necesita conocer "nuestra verdad" por mucho que amemos a esa persona. Desgraciadamente, no podemos abrirle los ojos nadie, ni cerrarselos tampoco.

    Isabel

    ResponderEliminar
  3. Yo creo que la verdad hay que dosificarla. No es necesario herir a los demás para hacerles ver lo que no son capaces de ver o para que cambien, al contrario, creo que es más efectivo mostrarles antes sus virtudes para luego introducir la crítica o sugerencia y así estén más receptivos; a tod@s nos sienta bien un poco de reconocimiento.

    Hay tantas «realidades» como personas, y a veces resulta difícil saber cuál es la más «acertada». Yo siempre le he dado, y le doy, muchas vueltas a todo, incluso a lo más ínfimo, y después de tantas misceláneas mentales, trato de hacer las cosas lo mejor posible, pero poco a poco. Soy consciente de mis carencias, errores e imperfecciones, y probablemente no sea consciente de muchos más, pero sin obsesiones, limando poco a poco la rugosa superficie. No sé si me he explicado, simplemente digo que nadie es perfecto, y que quizás eso que no te gusta de ti o que te parece malo, no lo es tanto.

    Ánimo. Peace of mind ;)

    ResponderEliminar
  4. Cuando se quiere a alguien de verdad nunca se la hiere. Qué más reconocimiento hay que buscar tu propia felicidad a costa de hacer feliz a esa persona amada...
    Y es que mi realidad no me permite centrarme en mi..
    Gracias por vuestros consejos.

    ResponderEliminar